ECOS DE LA JORNADA PRO ORANTIBUS

 

“¡SOY FELIZ, MUY FELIZ!”

-SOR YOLANDA de los Ángeles Fernández Bustos-

Entrevista realizada por el Delegado de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Albacete y retransmitida por la Cope el viernes 25 de mayo.

 

¿Qué es esto de la vida contemplativa, la vida monástica?

El ser contemplativos es una dimensión de la vida cristiana. Todo bautizado ha recibido el don del Espíritu Santo que le capacita para ver la realidad con los ojos de la fe, descubriendo en la creación la mano de Dios. También está llamado al trato con Dios por medio de la oración personal y a cultivar su vida espiritual. Esto es para todos los cristianos.

Cuando hablamos de vida contemplativa o monástica nos referimos a un estilo peculiar de vivir el seguimiento de Cristo. Está el apostolado de la acción y el apostolado de la contemplación. Cuando Jesús subió al cielo envió a sus discípulos a ser testigos del Reino de Dios, anunciando lo que habían visto y oído de su Maestro. 

Este modo de vida se desarrolla dentro de un monasterio femenino o masculino. Hombres y mujeres separados del mundo (no evadidos) que se dedican exclusivamente a Dios. Hemos sido llamados para estar con Dios viviendo en una comunidad de hermanos o de hermanas. Nuestro existir ya da testimonio de la primacía de Dios. Esta separación nos facilita el trato con Dios en la oración, evitando todo lo que pueda separarnos de Él y de la escucha meditativa de su Palabra. El contemplativo ejerce el apostolado de la oración. Ésta llega a todos los rincones del mundo, allá donde haya algún hermano con necesidades en su cuerpo o en su alma. La oración mueve los corazones de los hombres a un cambio hacia el bien y desde ahí se va construyendo el Reino de Dios. Muchas personas se acercan a nuestro monasterio pidiendo oraciones por intenciones o necesidades particulares: exámenes, enfermos, alejados de la Iglesia,… y luego vienen a darnos las gracias.

¿Y qué se nos pide en este domingo?

– El domingo pasado, Pentecostés, celebrábamos el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Este domingo de la Santísima Trinidad se celebra el día de la Vida Contemplativa (Jornada pro Orantibus). En este día todo el Pueblo de Dios ora por los contemplativos, por su fidelidad, por su perseverancia y santificación, por sus necesidades, por un aumento de vocaciones. Es un día de oración por todos los que dedican su vida a rezar por el mundo.

También el día de hoy se quiere despertar la conciencia de esta realidad eclesial, invitando a los fieles que conozcan este modo de vivir, que se acerquen a algún monasterio, que hablen con algún monje o monja. En nuestra diócesis de Albacete hay tres monasterios de Carmelitas (Albacete, Caudete y Villarrobledo); dos de clarisas (Hellín y Villarrobledo); uno de franciscanas de la TOR en Alcaraz y otro de Cistercienses en Villarrobledo.

¿Cómo es vuestra vida diaria?

– Muy sencilla, comenzamos con la oración litúrgica y personal. Después de la Eucaristía la jornada va alternando momentos de trabajo, oración, estudio, recreación y descanso. A simple vista puede parecer monótona, gris o triste, pero no es así. No conocemos la rutina ni el aburrimiento. En casi treinta años que llevo en el monasterio ni un solo día es igual. Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas. En el “Hoy” cotidiano estamos con Cristo, vivimos bajo su mismo techo, tenemos la experiencia personal de que está vivo y presente no solo dentro de nuestro corazón sino en medio de la comunidad. 

¿Cuándo entró  al convento y cómo?

– Yo tenía 20 años. Dios es un gran pedagogo, pues yo no quería ser monja ni me gustaba verme con un hábito, pues era muy presumida. El Señor me dio todo lo que yo había deseado y soñado: estudios, viajes al extranjero, una pandilla de amigos muy buena en mi pueblo (Socuéllamos) y después en la Universidad, buena familia… pero en el fondo había un vacío que estas cosas no podían llenar. Sentía que todo me sobraba, que yo quería ser pobre. Por otro lado, desde niña alimenté una relación personal con Jesús y con la Virgen María. A Jesús lo sentía vivo en el sagrario y me atraía, a Ella acudía como a una madre. Cuando terminé los estudios descubrí que mi relación con Jesús era algo más que la de un simple amigo. Él me llamaba a ser su esposa.

¿Está feliz?

– No estoy feliz, SOY feliz, muy feliz y no cambiaría mi vida por ninguna otra, pues me llena por dentro, me plenifica. Si me preguntas por un adjetivo que defina mi vocación contemplativa te diría que es PRECIOSA, rica, profunda, humanizante, enriquece a la persona en todas sus dimensiones, nos centra en lo esencial. Pero esta felicidad brota y nace de la unión con Cristo en su misterio de pasión, muerte y resurrección. Ya lo anunció Jesús: “El que quiera seguirme que cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Todo ser humano sufre, pero la clave está en saber sufrir. El sufrimiento unido a Cristo adquiere un valor redentor infinito, le ayudamos a salvar almas.

Un convento no está cerrado sino abierto al mundo no estáis alejadas y aisladas de las personas.

– Oímos muchas veces decir a algunas señoras: “¡Ay, si me hubiera metido a monja de cuántas cosas me habría librado! Vosotras estáis ahí como entre algodones, no sufrís y os evitáis muchas cosas. El mundo está muy mal, ahí dentro es donde mejor se vive”. Esta es la concepción que se tiene de un convento, como si viviéramos en un nirvana donde ni se siente ni padece. Eso no es real. Vivir con las mismas personas en un lugar cerrado durante toda la vida exige una gimnasia interior constante para no romperse por dentro. Debemos ejercitar la comprensión, el perdón, el diálogo, el ver a la hermana cada día con ojos nuevos, olvidar las ofensas. Esto también es un testimonio ante el mundo. ¿Cuántas personas dejan de hablarse por cuestiones de herencia o malos entendidos? Y viven amargadas porque sin amor no se puede ser feliz.

Por otra parte los muros del  monasterio no son barreras. Nos enteramos de las cosas que pasan fuera pues nos las dicen y rezamos por la realidad que nos ha tocado vivir a todos, pues formamos parte de ella. Además somos muy sensibles al sufrimiento de las personas, las llevamos en nuestro corazón y las presentamos cada día al Señor.

Algunas palabras sobre el lema de este año.

– El lema está tomado de una frase de santa Teresa de Jesús tomada de su libro Camino de Perfección: “Solo pido que le miréis”.

Tres siglos antes que santa Teresa escribiera esto otra santa llamada Clara de Asís, también nos pedía que le mirásemos, pero además añadía otros verbos. Así escribía a una de sus hijas espirituales: “Mira, observa, considera, contempla, con el anhelo de imitarle a tu Esposo, el más bello de los hijos de los hombres, hecho por tu salvación el más vil de los varones. Y transfórmate por la contemplación en imagen de su divinidad”. Tantos verbos expresan un dinamismo increíble en el alma de nuestra santa madre. Para ella no se trata de mirar solamente, sino de considerar, contemplar con un deseo ardiente de imitar a la persona amada. Además es un mirar que transforma a la persona desde dentro en Cristo, un mirar que lleva a la identificación y unión con su Esposo.

“Solo pido que le miréis”. Este lema nos lleva a hacernos una pregunta: “¿Hacia dónde dirijo yo la mirada?”. Por supuesto que hacia lo que me interesa y motiva. Hoy día lo más común es: la televisión, el ordenador y el móvil. Nos saturamos de imágenes que llenan la mente y dejan el corazón vacío. Si solo por hoy dedicáramos un rato a dirigir una mirada atenta a Jesús crucificado, seguro que algo cambiaría en nuestra vida.

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